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J. C. Cristóbal
Sábado, 24 de mayo 2025, 08:18
Si quieres respirar rugby a pleno pulmón tienes que enfilar la carretera de Renedo y entrar en Pepe Rojo. Algo que se pudo comprobar en ... los fines de semana, hace apenas un mes, que acogieron los campeonatos de España M18 y M16, donde se reunieron cientos de chicos y chicas procedentes de todos los rincones de España, desde Vigo a Menorca, desde Sitges a Marbella, pasando por Alcorcón y Majadahonda; una muestra del enorme retorno económico y promocional que genera el deporte en la ciudad.
Aun así, en los días de fiesta mayor, el templo se queda pequeño y hay que llamar a las puertas de la catedral, el José Zorrilla, que cambiará por quinta vez sus porterías de fútbol por las H del rugby. Después llegaron San Mamés en Bilbao, el Camp Nou en Barcelona o el Metropolitano o en Madrid, pero el primer estadio que colgó el cartel de no hay billetes en un partido de rugby fue el Zorrilla en Valladolid hace nueve años.
Que levanten la mano los que estuvieron ese día en Zorrilla. Cuando casi 26.500 brazos, y no veo más porque es el aforo del estadio del Real Valladolid; de tener cuarenta mil butacas, seguro que todas hubieran estado ocupadas. Y es que esa final de Copa trascendió el clásico interés del derbi local, el de una competición deportiva de primer orden, y se convirtió en un acontecimiento social que envolvió el áanimo de toda la ciudad durante varias semanas.
El alcalde Óscar Puente y el concejal de Deportes Alberto Bustos lanzaron una apuesta que parecía fruto del 'sujétame el cubata' de algún fanfarrón; todos pensaron, pensamos, que se habían venido arriba y que quizá habría que inhabilitar el anillo superior del Zorrilla para evitar las calvas frente a las cámaras de televisión, con los optimistas fijando la asistencia en torno a los doce mil espectadores, algo menos de media entrada. Doce mil no estaba mal para el rugby de 2016, tres años antes se disputó la final de Copa en los Campos de Sport del Sardinero, en Santander, y la cifra se quedó en seis mil.
La final del Zorrilla no sólo se proyectó, también se promocionó a lo grande, la ciudad se planteó como un reto el llenar el estadio y Valladolid respondió; los aficionados entraban a tomar un café o una cerveza en los bares que despachaban las entradas y salían con media docena en las manos, para los amigos, para compañeros de trabajo, para familiares, no fuera a ser que se agoten los billetes y vengan reclamando. La presencia del rey Felipe VI puso la guinda al pastel.
Para hacerse una idea de cómo se vivió en Valladolid la preparación de esa final, El Norte de Castilla dedicó quince páginas y dos portadas a las previas durante la semana, un suplemento de veinticuatro páginas el día del partido y diecisiete páginas y portada en la crónica del derbi y el ambiente.
El partido no estuvo a la altura del ambiente, algo habitual en los derbis; el espectáculo de la grada y de la zona de animación desbordó la que podría esperarse sobre el césped. El marcador ajustado, muy corto, se rompió con un ensayo de Alberto Díaz; los chamizos Víctor Sánchez y Gerardo de la Llana y los queseros Pablo Miejimolle y Kalokalo Gavidi repetirán final nueve años después.
El éxito del 16 fue de tal magnitud que nadie se planteó no repetir la experiencia un año después. Casi nada sabe igual que la primera vez, y por eso la segunda visita al Zorrilla dejó un poso agridulce; las gradas no se llenaron, el aforo se quedó en 23.000 espectadores, una cifra inimaginable para el rugby español de entonces, no hubo derbi y eso restó la presencia de muchos aficionados queseros y el viaje desde Sant Boi de Llobregat era largo y costoso. Sin embargo, lo que más deslució la final fue la lluvia, torrencial en algunos momentos, que incomodó el seguimiento del juego e impidió el disfrute de las actividades programadas en los alrededores del estadio.
Fue otro partido cerrado, de tanteo ajustado, sin reválida colegial, otra vez con Víctor Sánchez en el quince titular que alineó Juan Carlos Pérez.
El Quesos Entrepinares saldó la deuda que tenía pendiente desde dos años antes y levantó el trofeo de campeón desde el césped del Zorrilla, un título de Liga que redondeó un año triunfal para el equipo de Diego Merino, que firmó un pleno con Liga, Copa, Supercopa e Ibérica.
A la tercera se desinfló el suflé del interés. Al lleno a reventar del 16 y a la gran entrada del 17 le sucedió algo más de un tercio del aforo, 10.400 espectadores, más o menos lo que podría albergar la instalación del Pepe Rojo si se añadieran unas gradas supletorias. Despejado el encanto de la novedad, tampoco ayudó que un mes antes el derbi local en la final de Copa (20-16) se desplazara a Valencia, al estadio del Levante, que reunió a algo más de 15.000 aficionados. La saturación restó atención a la tercera visita consecutiva al Zorrilla, lo que erosionó las ganas de volver al año siguiente. Hubo que esperar más de seis años para reabrir las puertas del estadio, siete para los dos equipos de la ciudad.
En este derbi coincidieron sobre el campo Gavidi, John-Wessel Bell, entonces de azulón, De la Lastra, Vélez, Miejimolle y Paco Blanco (hoy concejal de Hacienda), por parte del Quesos, y Víctor Sánchez (que ha estado en todas), Rust, Alvarado y Walker-Fitton (también en el 16), entrenador del femenino, por parte del Chami.
La vuelta al Zorrilla sirvió para recibir por primera vez a los Leones, que sí habían jugado ya en Pepe Rojo y en Medina del Campo. El partido era importante porque, pese a ser un amistoso, sería de preparación para meterse en el Mundial de Australia 2027 después de perderse los dos anteriores por irregularidades en las alineaciones, lo que desacreditó la seriedad del rugby a ojos del deporte español. Con Juan Carlos Martín 'Hansen', ex jugador y ex presidente de El Salvador, al frente de la Federación Española, y de Pablo Bouza, a los mandos del equipo, España estaba en la buena senda y afrontaba un choque muy atractivo contra un 'top ten' en el ranking mundial.
La cita tenía la ambición de reverdecer los laureles del 2016 y se quedó a medias, por debajo de los 17.000 espectadores, con la amargura de no servir para que Valladolid se convirtiese en sede oficial, aunque llegó a publicarse en la web de Rugby Europa, del decisivo España-Países Bajos de tres meses después. Ahora, parece que Zorrilla debe refrendar méritos para acoger alguno de los partidos de las ventanas de otoño que servirán para preparar el Mundial; el mismo Hansen ha dejado el azucarillo de un posible España-Inglaterra.
Fue bonito el partido contra Fiyi, un quince con un físico que pasó como una apisonadora por las líneas de los Leones, que presentaron un equipo con los queseros Cian, Saleta y el pucelano Álex Alonso, y los chamizos Bell y el debutante Jacobo Ruiz.
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