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Lorena Arias Duque
Martes, 3 de junio 2025, 06:42
Se cumplen los 100 años del Centro de Educación Infantil y Primaria (CEIP) Pinoduero, del municipio de Tudela de Duero. Y para celebrarlo, el colegio ... ha organizado actos institucionales e iniciativas entre las que se encuentra una exposición titulada Recuerdos, en el Auditorio Municipal, que pretende ser un viaje a través del tiempo en una única sala que reúne objetos de distintas épocas, fotografías y hasta sonido.
El proyecto es fruto de la colaboración entre los padres del AMPA, los profesores y las instituciones locales, que se realizó con el fin de recopilar el material empleado en la escuela desde sus albores hasta el presente. «Lo que queríamos era transportar a la gente a su época del cole o a la de sus padres», explica Elsa Tabarés, miembro del AMPA y organizadora de la exposición. «Por eso la hemos llamado Recuerdos, porque, etimológicamente, significa «volver a pasar por el corazón» y creo que es justo lo que le ocurre a la gente cuando viene a verla».
Los objetos de la exhibición se se encuentran repartidos entre desvanes y garajes de los propios vecinos y han sido donados por los mismos para conformar el conjunto expositivo, que se inauguró el día 16 de mayo y que estará abierto hasta el 4 de junio.
«La verdad es que empezamos recopilando alguna fotito y poco más, y esto ha acabado por irse un poco de las manos, porque la exposición es mucho más grande de lo que esperábamos», admite Tabarés. En efecto, abarca toda la sala y en ella se diferencian bien tres etapas: los inicios del siglo XX – cuando se fundó el colegio – , la posguerra, y finales de siglo.
«En 1878 ya estaba la escuela de párvulos», explica la organizadora, «pero, claro, pronto empezó a quedarse pequeña y se propuso crear un centro de educación primaria». Estos primeros años de vida, que empezaron allá por 1925, los reflejan bien cientos de documentos del archivo municipal de Tudela, así como libros de actas, artículos periodísticos y planos del primer edificio que albergó la escuela. También hay exámenes, presupuestos para la compra del material, listados y menús del comedor, e infinidad de informaciones curiosas capaces de esbozar una imagen de lo que era el Pinoduero por entonces. Al repasar una de las primeras listas de alumnos, Tabarés calcula que el total de niños y niñas matriculados superaba los 620.
De la posguerra quedan todavía más recuerdos y, sobre todo, más gente que reconoce esos objetos y fotografías al pasar ante ellos. «En la generación de mi madre, todos se acuerdan de la leche, la cazuela, el queso que les daban, el salir a cantar a la Virgen y llevarle flores en mayo», relata Tabarés. Estas historias están recreadas en distintos rincones de la sala, como pequeñas simulaciones de un aula con el retrato de Francisco Franco, en épocas de la dictadura, la zona de la estufa o el pupitre en el que los alumnos se fotografiaban al acabar el curso con el mapa de España a sus espaldas.
También se muestran los distintos certificados que los niños podían obtener tras su escolarización, una prueba clara de que los tiempos han cambiado desde la época en que un pequeño de siete u ocho años podía abandonar la escuela con un documento que solo alegaba su paso por ella, pero no su formación primaria completa. Carlos Díez, antiguo alumno del Pinoduero y donante de buena parte de la exposición, destaca el trato discriminatorio que a menudo se ejercía, en el ámbito social, sobre las personas con un certificado inferior. «Se les permitía votar y por poco», asegura.
Finalmente, se distingue a primera vista la parte más moderna del conjunto, a causa del colorido de los juegos, los libros y, sobre todo, los aparatos digitales, que – como es de esperar – no se hallan en ninguna otra sección. Entre los años 80 y 90, el Pinoduero llevó a cabo una educación más experimental para los últimos cursos de primaria, a través del cambio de material: libros al uso por cuadernillos de actividades. «Tuvimos una educación muy chula, la verdad», admite Elsa Tabarés.
Como no podía faltar, las fotografías cubren varios metros de pared, aunque son tantos como los años que suman entre ellas. Son la parada que no falta para todos y cada uno de los visitantes, que, en función de la edad, se detienen en una u otra sección, las de peor calidad, las de sepia, las de blanco y negro o las de color. Pero, como explica Carlos Díez, la exposición no pretende ser tan solo un álbum plasmado en las paredes, sino una prueba de que «la escuela forma parte de la vida». Cada objeto, cada escena recreada, pretende ilustrar la historia de un pueblo e incluso la de un país entero a través de una institución educativa. «Si se pasaba frío en la calle, se pasaba frío en la escuela. Si había guerra en la calle, había guerra en la escuela», señala Díez.
Otro aspecto que los organizadores califican de «interesante» es la cantidad de reencuentros que está provocando la exposición. De pronto, los propios tudelanos que estudiaron o impartieron clase hace años en el Pinoduero se hallan unos frente a otros, se reconocen como antiguos amigos o recuerdan con quién se sentaban en clase al ver los pupitres.
Han sido numerosos los cambios – avances y retrocesos, según se mire – en el sistema educativo y en la consideración de todas sus partes. Recuerdos es, precisamente, una prueba de ello. Entre los organizadores de la exposición, todos concuerdan en que «es muy importante no hacer revisionismo negativo de toda las cosas». Díez relata entre risas la historia de Paul, el perro que su maestro siempre llevaba a clase y que se comía el bocadillo de quien estuviera despistado. « Si lo piensas con claridad, ¿qué pintaba un perro en el aula? En aquella época nadie decía nada por eso, el pueblo era feliz, nosotros también. Ahora eso no pasa, pero tampoco se puede analizar el pasado con los ojos del presente».
Así pues, se prefiere dejar que cada época hable por sí sola y, para ello, se ha montado un videoclip con declaraciones de profesores y alumnos que pasaron por el Pinoduero en diferentes momentos y que puede verse en la sala de proyecciones del Auditorio. «En general, todo el mundo ha hablado muy bien del cole», asegura Tabarés. Asimismo, para que los visitantes puedan plasmar sus impresiones y vivencias, se ha habilitado un libro de firmas diseñado a mano por los talleres prelaboral y ocupacional del pueblo.
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