Feria del Libro

Preferimos los libros, adoramos vuestra mercancía. Quienes paseamos con nuestras hijas e hijos por librerías, los llevamos a las casetas y les compramos cuentos, luego novelas y otros géneros, lo hacemos conscientes de la importancia de su buena nutrición. Sabemos y les enseñamos desde pequeños lo valioso que es el ejercicio de leer, sabemos cómo forma sus mentes y espíritus, los prepara para percibir, comprender al otro, asumir la rica realidad completa.

Nos han visto absortos en una historia, sentados en el sillón o tumbados en el sofá. La mirada placentera lo dice todo; no es preciso adoctrinar porque la imagen de quien lee es en sí misma tan hermosa. Así lo explica José Antonio Cordón en su obra La belleza de la lectura, parte de una maravillosa serie dirigida por Gustavo Martín Garzo. Cada libro es bello, incluso aquellos que hablan del dolor, del sufrimiento humano, porque describirlo es denunciarlo, intentar evitar toda penuria.

Hay quien invierte sus ratos de ocio viendo la tele, pendiente de un balón, hablando mal de los vecinos o pleiteando sin motivo alguno. Dicen que lo pasan bien, pero no tienen tanto tiempo para disfrutar de los libros, descubrir la tolerancia en Macanaz, de Carmen Martín Gaite, o la virtud en Camino de perfección, de Teresa. En cambio, si perdemos el tiempo en librerías descubrimos nuevas joyas: Autobús de Fermoselle, de Maribel Andrés, o El primer caso de Unamuno, de Luis García Jambrina.

Poesía, ensayo, cuento, cómic, novela por supuesto. Toda la cultura transmite valores y saberes, cada formato los suyos. Invertir en libros, dedicar miles de horas a leer, produce retornos cognitivos y espirituales de largo recorrido, maravillosos estímulos. Antes de visitar un país, ya sabemos mucho de su historia. Sin haber vivido una situación, comprendemos la circunstancia. Podemos entender al otro con menos explicaciones.

García Márquez nos contó Colombia, Vargas Llosa su Perú, cuando se jodió. Sergio Ramírez y Gioconda Belli nos hablan de Nicaragua tiranizada. Cristina Peri Rossi nos lleva a Uruguay. Jorge Volpi nos recuerda México y la historia de las historias en La invención de todas las cosas. ¿Qué haríamos sin sus relatos? ¿Acaso podríamos reordenar pensamientos en ausencia de patrones de libros que sintonizan nuestras neuronas?

Porque nos ayudan a vivir, digamos hoy, mañana y siempre ¡Vivan los libros! Compremos, financiemos esta industria imprescindible en Democracia, salvadora en Dictadura, afín a la libertad, enemiga de toda censura o cerrazón de mentes. Los itinerarios de la libertad de palabra están marcados con hitos narrados por Jiménez Lozano, por Delibes, Umbral, directores y profesionales del periodismo que, en El Norte de Castilla, dieron parte de su vida también a la literatura.

Conscientes de su precariedad, promovamos las editoriales locales, tan próximas, cultivadoras del arte de publicar preciosos textos. No nos dejemos confundir por Amazon, ni cautivar por los cantos de sirena de otras multinacionales. Tantos buenos practicantes de este oficio hay en Valladolid, en Palencia, en Segovia, seguidores de la mejor tradición nacida en las primeras imprentas castellanas, que tenemos la obligación de conocerlos, identificarlos, acceder a sus catálogos y preferirlos como lecturas favoritas.

Buenos libros en la Comunidad, en todas las provincias excelentes escritores. Una familia literaria y culta reconocida en todo el mundo. De larga estirpe, desde el Sinodal de Aguilafuente, en el Siglo XV, casi han transcurrido 555 años, ocasión para celebrar la historia del libro español, que es también la de estos lares. Castilla y León cuenta entre sus mejores valores patrimoniales con memorables libros, tan bellos, tan necesarios y tan fáciles de encontrar en la Feria.