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No eran las 11 de la mañana, y ya había caravanas aparcadas en los aledaños del Estadio José Zorrilla. 'Full equip', con toldos desplegadas y el maletero lleno de neveritas llenas de latas de cerveza –y algún refresco– «para amenizar el día», bromea Jhony, que llega desde León para disfrutar de una jornada muy vallisoletana. Cosas más raras se han visto.
Trae cerveza. Mucha cerveza... Pero la broma se hace sola. A escasos metros, en la 'fan zone' instalada para la ocasión, un camioneto descarga barriles y barriles y barriles y barriles... Hasta ochocientos de «zumo de cebada», bromea Fernando, que es el primero que verbaliza lo de no poder beber cerveza –con alcohol– en el interior del Estadio José Zorrilla.
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Ochocientos barriles de cerveza de 30 litros cada uno para amenizar la fiesta del rugby de Valladolid, una Copa con aroma a celebración social en el que las camisetas, polos y distintivos del VRAC Quesos Entrepinares y el de lNexo El Salvador en el pecho.
Cuadrillas de amigos y amigas que apuran hasta el último minuto la entrada al campo, dado el buen ambiente, con el azul y el blanco, el blanco y el negro como protagonistas, aunque también hay aficionados que muestran su amor por el oval con la camiseta de alguna de las selecciones más grandes del planeta, inmersas en el Seis Naciones, con el azul de los gallos franceses; o el verde 'irish' de Irlanda.
Entre ellos empiezan a llegar los representantes institucionales Óscar Puente (ministro de Transporte y Movilidad), Alfonso Fernández Mañueco (presidente de la Junta de Castilla y León), el alcalde Jesús Julio Carnero, Nicanor Jorge Sen (delegado del Gobierno), Jacinto Canales (subdelegado del Gobierno), Conrado Íscar (presidente de la Diputación de Valladolid), Irene Carvajal (teniente alcalde), y Enrique Sánchez Guijo (director general de Deportes de la Junta).
También hay polos del XV del León, con recuerdo para ese último partido de la selección en Zorrilla ante Fiji el pasado mes de noviembre. No pudo regresar el combinado nacional para medirse a Países Bajos en febrero, pero el rugby se guardó la carta de la final de Copa.
Tampoco hubo aficionados que se resistieron a subir con la camiseta del Real Valladolid, quizá con ese aquel de disfrutar al menos un día. Fue el caso de José Luis, pero que tampoco pudo irse a casa con una sonrisa porque, sí... «soy del Chami». Y, claro, una de los dos hinchadas se iría con peor sabor de boca a casa... Los que no se llevaron ninguna desazón fueron los más pequeños. Jorge y Ariadna iban por primera vez a ver rugby. Ni del VRAC, ni del Salvador, informaba su padre Rafa, que les explicaba que no eran once los que iban a saltar al terreno de juego, ni tampoco irían de blanco y violeta, pese acudir al estadio. Lo hacía después de que los dos niños disfrutaran de los hinchables de la zona recreativa y ya con la hora encima para entrar por las puertas al estadio.
Junto a ellos, y con platos de plástico y su paella correspondiente, Nati y Juan, una pareja del Salvador que baila al ritmo de Los Pichas, otro clásico. «Es un día para disfrutar, un día especial, pero somos de Pepe Rojo», señalan. Es precisamente esta afirmación el sentir generalizado entre el aficionado –socio– de ambos equipos. «Allí se puede beber cerveza en el campo», admite Santi que ondea una bufanda del VRAC. Coincide Jorge, chamizo, y que defiende que «está muy bien Zorrilla, por la visión que le da al rugby, pero Pepe Rojo es Pepe Rojo».
Fueron los protagonistas de una final que comenzó muchas horas antes del pitido inicial, y finalizó –con muchos litros– a altas horas de la madrugada.
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