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Elena Bermejo, la 'Niña de la Virgen' olmedana, cumple 101 años
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Elena Bermejo, la 'Niña de la Virgen' olmedana, cumple 101 añosElena Bermejo Fernández es de las pocas personas de la Villa del Caballero que puede decir con orgullo que fue testigo, aunque muda en los ... brazos de su madre pues no había aún cumplido los cinco meses de vida, de aquel histórico 10 de octubre de 1924 en que fue coronada canónicamente y proclamada excelsa patrona de la Villa y Tierra de Olmedo la imagen de Nuestra Señora Santa María Virgen de la Soterraña, de ahí que algunos cariñosamente se dirijan a ella como 'Niña de la Virgen'.
Aunque fue el pasado 22 de mayo, festividad de Santa Rita de Casia, cuando cumplió los 101 años de edad, no ha sido hasta este miércoles 4 de junio cuando ha vuelto por unos días desde Barcelona junto a una de sus hijas a la que hasta no hace mucho fue su residencia habitual, situada en la carretera de Medina del Campo, frente al Paseo de la Soterraña que bordea una parte de la antigua muralla olmedana, «He estado viviendo sola desde que falleció mi marido en 2017 hasta hace no mucho, pero los años no pasan en balde y ya sabes… Ahora estoy a temporadas a caballo entre Barcelona, Valencia y Colmenar Viejo y cuando ellos vienen a Olmedo me traen a pasar unos días para ver a la familia y los vecinos de toda la vida».
Precisamente aprovechando esta estancia, acompañada por la segunda de sus hijas, visiblemente emocionada y dando gracias a Dios por haberla permitido aumentar en un año su centenaria vida, ha sido cuando ha recibido la felicitación de todo el vecindario olmedano, a través del consistorio, recibiendo la visita en su casa de la regidora, Myriam Martín Frutos, y las concejalas Cristina Andrés Villa y María del Carmen Vela Muñoz, quienes la hicieron entrega de varios obsequios en nombre del pueblo. Cosa que ella agradeció, con lágrimas en los ojos, con efusivos besos a las tres ediles.
Nacida, criada y residente siempre en Olmedo, Elena fue la menor de los tres hijos que tuvo el matrimonio formado por Esteban Bermejo y Claudia Fernández, Domingo, que durante muchos años fue vendedor ambulante por la comarca de fruta, hortalizas y verduras, y Mariano que trabajó como cartero. Acudió a la escuela hasta los 14 años, «edad obligatoria en la que o lo dejabas o ya tenías que hacer grados superiores fuera del pueblo. Y aunque tuve oportunidad de seguir, decidí no continuar porque ya me manejaba bien en la vida con todo lo aprendido, dedicándome a ayudar a mi madre en las tareas de casa y a mi hermano Claudio cuando este se iba a vender a los pueblos, vendiendo yo por las calles de Olmedo con un carretillo». De aquella época escolar recuerda con agrado a quien fuera su maestra varios años, Doña Asunción, y al contrario, con miedo, aquellos tres años de la Guerra Civil. «Que espero no se repitan nunca», donde cada vez que pasaban los aviones tenían que salir corriendo a buscar refugio en una bodega subterránea.
De su juventud, ya pasada la contienda, antes de conocer al que fuera luego su esposo, José Benito, tres años mayor que ella, natural de Bocigas pero que acabó residiendo desde chaval en Olmedo, recuerda los domingos y festivos de misa y paseos. Y, sobre todo, ir a la plaza Mayor a escuchar y bailar con sus amigas las piezas que interpretaba la banda de música que por aquella época, «donde también entonces tenían lugar los festejos taurinos por San Miguel hasta que en los años 60 se construyó la plaza actual adosada a la muralla».
Tras tres años de noviazgo, ya con 29, contrae matrimonio, fruto del cual nacerían tres hijas, Elena, Josefina y Teresa, que residen en Barcelona, Valencia y Colmenar Viejo, que han hecho crecer la familia con seis nietos y tres biznietos, y Jesús Ángel, aún soltero, que también vive en Valencia. José falleció a los 96 años, quien durante toda su vida laboral trabajó en una fábrica de resinas, mientras ella se ocupaba de atender las labores propias de la casa y los hijos. «Hasta que empezaron a volar, y mira si han volado que aquí no ha quedado ninguno».
Siempre devota de la Virgen de la Soterraña, a la que siempre pide protección y salud para todos los suyos, «y sobre todo que haya paz en el mundo», fue hasta no hace mucho una de esas participantes pioneras en los programas de envejecimiento activo, sobre todo gimnasia de mantenimiento, que la han permitido mantener ágil el cuerpo y fresca la memoria. De momento, ya con 101 años y consciente de que cada día que pasa es un regalo, no tiene pudor en reconocer que su vida terrenal no va a ser eterna: «Si Dios quiere que yo viva más años, pues agradecida por ello, y si no, cuando él decida. Pero que sea sin sufrimiento y sin dar molestias a nadie».
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