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Del halcón que enamoró a Rodríguez de la Fuente al cisne apedreado en ValladolidMuy cerca del centro de Valladolid existen salas que son casi desconocidas para los propios vallisoletanos. Diez salas que cuentan una historia diferente sobre las ciencias naturales, y que a día de hoy, ya no admiten más donaciones de ejemplares por falta de espacio, a no ser que se trate de una especie poco conocida. Lo que para Jesús María Hernando Cordovilla comenzó siendo una sala educativa en el interior de la Escuela Normal de Magisterio (actual Colegio García Quintana), terminó convirtiéndose en el Museo de Ciencias Naturales de la ciudad, que reúne más de 5.000 piezas e innumerables anécdotas sobre el hallazgo de sus ejemplares. Abro hilo:
↓ Una fotografía del año 1860 que muestra el real gabinete de Historia Natural que creó la Universidad de Valladolid en la primitiva Facultad de Ciencias da la bienvenida al mundo de las ciencias naturales que se encuentra oculto en el edificio de la Segunda República, el actual colegio García Quintana. «La historia la empieza el profesor Jesús María Hernando Cordovilla, quien comenzó a comprar mobiliario y piezas cuando este espacio se albergaba en la calle Librería, donde está la actual Facultad de Derecho», explica José Antonio Gil, trabajador del museo. Cuando la universidad desapareció sus fondos se dispersaron por múltiples lugares, haciendo especial hincapié en colegios e institutos.
↓ Cordovilla, un profesor de la antigua escuela de Magisterio tenía una gran pasión por el coleccionismo y sobre todo amor por la temática de los minerales. En lo que ahora se puede visitar como la sala de los artrópodos, antiguamente el docente hacía de este espacio una sala de entomología y minerales con el fin de examinar de una manera más visual a sus alumnos. «La idea triunfó y se fue corriendo la voz, lo que le llevó a atesorar la gran mayoría de fondos con los que cuenta hoy en día la colección», apunta. 5.000 piezas son las que cuenta José Antonio, y casi todas fueron a parar al museo de una forma especial fruto de donaciones e incluso incautaciones de la Guardia Civil que guardan un sitio temporal en las vitrinas. «Tenemos otro tanto en la recámara, lo que nos ha llevado en estos últimos años a ir disminuyendo el número de piezas porque había mucha redundancia de ejemplares», señala.
↓ Muchos de los animales expuestos en las vitrinas han sido disecados por los hermanos Benedito, taxidermistas del Museo Exterior de Madrid, así como muchas de las donaciones del grupo de aves y mamíferos que fueron donados por la familia Barreras Barret. «Existen un sinfín de anécdotas», asegura. Pero lo que más salta a la vista de los visitantes del museo en su primera toma de contacto son los fetos, en concreto el de 8 meses, que según apuntan los empleados murió por un problema de hidrocefalia. A este se le suma la cabeza humana reducida por jíbaros traída por el mismo Cordovilla desde Brasil.
↓ Sin embargo, en la sala llama la atención una momia que proviene del desierto de Atacama, un lugar donde las condiciones climáticas son extremas. La mayoría de los enterramientos que se practicaban entonces sufrían una deshidratación muy rápida, de manera que los cuerpos se momificaban de forma natural. «Esta tiene sus órganos, incluso tiene su pelo, sus uñas y todo», añade. Este ejemplar en concreto se encontró en una expedición española que llevó a depositarlas en el Jardín Botánico, y que por una orden ministerial, trasladaron varias momias a distintos museos de España. «Y una de ellas llegó aquí», concluye con su explicación.
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↓ Las historias curiosas continúan en la historia que cuenta José Antonio, que se detiene en un trío de cisnes, ubicado en la sala de las aves, para narrar la llegada del ejemplar que se stiúa en el centro de la composición. «Este cisne en concreto vivió en el estanque del Campo Grande en los años 60. Unos niños un poco vándalos le lanzaron piedras con la mala suerte que una de ellas le alcanzó en la nuca y lo mató», relata. El por entonces alcalde de Valladolid, Santiago López, amigo de Hernando Cordovilla decidió donar el cisne para su colección ya que era un animal muy apreciado por el público del parque, y desde entonces se encuentra inmortalizado en las vitrinas del museo de ciencias naturales.
↓ Desde restos de animales encontrados en un yacimiento de la carretera que recorre la ruta de Fuensaldaña a Mucientes, hasta un tronco de sigillaria (una planta ya extinta) encontrado en una mina abandonada de León, en donde un grupo de excursionistas que iban en buscar fósiles se apoyaron en ella con unos periódicos para almorzar y se dieron cuenta más tarde del valor de su hallazgo. Infinidades de historias que terminaron encaminando la conversación a una vitrina especial. Un halcón peregrino cazando a su presa, un ejemplar que fascinaba a Félix Rodríguez de la Fuente, que tenía amistad con Cordovilla y frecuentaba el museo con un objetivo, intercambiar esta pieza del museo por otro animal. Lo intentó en numerosas ocasiones sin éxito, pues el halcón no se movió de allí en ningún momento.
↓ Algunas salas cuentan con varias incautaciones de la Guardia Civil, es el caso de varios colmillos de elefante. «Su tenencia en España está terminantemente prohibida», recuerda Gil. Estos, en concreto, pertenecían a un señor con su segunda residencia en Torremolinos y por una denuncia se los intervinieron de inmediato. Lo lógico, según apunta el empleado del museo, es que entonces, todas las piezas que se incautan se deben incinerar. Sin embargo, por órdenes del juez estos fueron depositados de manera temporal en las vitrinas del museo, a la espera de que puedan ser reclamados.
↓ A esta intervención de la Guardia Civil se le suma la de un ejemplar de Milano Real que los agentes se llevaron de un puesto de venta del Mercaolid. «Lo tuvo un señor durante 20 años y la gente se dio cuenta que el animal debía de estar protegido», aclara. Estas peculiaridades hacen que cada sala sea especial y posea un valor diferente. En la sala de los mamíferos es posiblemente donde la gente se detenga más tiempo observando la variedad de especies. En concreto los ejemplares de león que cuentan con más de 150 años y llegaron a las instalaciones en 2011.
↓ «Es una donación de la familia Barreras Barret. Cuando falleció la persona en cuestión, sus herederos poseían muchos ejemplares, y parte de la colección llegó aquí. Estos leones son de la zona de Kenia y Tanzania», argumenta. O el lince ibérico, capturado en Zamora, una especie muy concreta y muy difícil de ver en esa zona de la Península. El final de la visita desembocaba en la sala de los celenterios, equinodermos y moluscos. Un ejemplar de mejillón gigante. y una tridacna gigas (ostra gigante) eran la joya de la corona. «Pueden llegar a medir más de un metro, todavía se pueden ver en los pueblos utilizadas como pila bautismal», explica sobre esta última.
↓ La exposición que permanece casi oculta dentro del García Quintana forma parte de una colección de tres entre las que se encuentran la de Ciencias Biomédicas, ubicada en la Facultad de Medicina y la de Historia del Arte en Rector Tejerina. Pese a las limitaciones espaciales el museo cuenta con una notable afluencia de visitantes, un aspecto favorecedor si se tiene en cuenta la escasa publicidad con que cuenta.
El Hilo cuenta la historia de dos mojones en el centro de Valladolid.
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