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Desde pequeño le gustaron las historias de tesoros. Luego comenzó a coleccionar rocas y su entusiasmo por el color le llevó a las piedras preciosas. ... Óscar Martínez trenza en su ensayo 'El jardín mineral' (Siruela) la fascinación humana por las gemas con su simbolismo religioso, político y social cristalizado en obras de arte.
Igual que Newton probó la refracción lumínica descomponiendo los colores con un prisma, Martínez sigue el método ordenando en nueve capítulos las gemas elegidas por su tonalidad. Comienza por el blanco de la perla, pese a no ser su preferida. «La perla es demasiado pura. Buena parte de las piedras de las que hablo toman el color de sus impurezas. Nadie se adorna con un cuarzo o un corindón. Es la mezcla con el hierro, el titanio o el cromo lo que les da color y los transforma en zafiros azules, rubíes rojos o esmeraldas verdes. Esto nos demuestra el valor de la impureza, la riqueza de la mezcla. Sería interesante que fuéramos capaces de extrapolar esto a la cultura, la sociedad, las razas», explica el profesor de la Escuela Superior de Arte y Diseño de Valencia que presentará su libro el lunes y el martes en Salamanca y Zamora.
Óscar Martínez
El tesoro más preciado de los mares ha sido fuente de metáforas poéticas. Ya Plinio las situaba en «el primer puesto de valor de todas las cosas». Martínez destaca la importancia en los retratos renacentistas con el de Leonor Álvarez de Toledo, ya en la corte de los Médicis, a la cabeza, que cuelga en la galería de los Ufizzi. El ensayista viaja con un ojo en su trabajo, buscando gemas en museos y colecciones.
Del blanco al amarillo del ámbar, una resina fósil que conquistó al autor de forma inesperada. «Mucha antes de que el ser humano comerciara con esmeraldas o diamantes ya intercambiaba ámbar. Antes que la ruta de la seda existió la ruta del ámbar», escribe. A diferencia del resto de gemas, el ambas no se excava, «se pesca». Se llegó a considerar la octava maravilla del mundo A comienzos del XVIII se inauguró la Cámara de Ámbar del Palacio Real de Berlín, luego regalada a Rusia y trasladada a SanPetersburgo. Después fue botín de guerra llevado a Königsberg y en 1944, bombardeado el castillo.
El coral le lleva a Nápoles.En el Museo de Capidimonte hay dos retratos de la Virgen Maria (de Caporali y Solario) sosteniendo al niño, con un colgante de coral. Más al norte, en el Palacio Ducal de Urbino cuelga la 'Madona di Senigallia', de Piero della Francesca con el mismo motivo. En el Louvre, un 'mantegna' replica adorno. El coral era un talismán contra el mal de ojo, una joya protectora que fusiona «el mundo vegetal, animal y mineral».
A la numerosa familia de los cuarzos pertenece la amatista, la piedra de la sobriedad. Del control de los desmanes de Dioniso a ser una de las más utilizadas en los anillos de los cardenales «tallada en forma de cabujón» media la historia que cuenta en el libro. Hasta el siglo «XVIII era una de las más valoradas y constituía junto al zafiro, la esmeralda, el rubí y el diamante las 'gemas cardinales'». Cambió cuando se descubrieron «normes depósitos en Brasil, Uruguay y Madagascar».
El á gata recuerda al tronco de los árboles con sus bandas concéntricas de distintos tonos. Junto con el zafiro y las esmeraldas, son piedras presentes en los tesoros visigodos, en sus cruces y coronas.
Entre los ejemplos de esmeralda, el autor cita el Sacro Catino de Génova. «El Grial no deja de ser un símbolo. Las gemas son materiales con que el ser humano construye sus mitos y da cuerpo a sus símbolos. Aveces el símbolo tiene forma de copa, de plato verde veteado de ágatas. Me encanta la visión simbólica del mundo. No soy creyente pero sí considero que el símbolo enriquece nuestra percepción de la realidad, Me gusta encontrar lugares que comparten simbolismos. Nos contamos las mismas historias con ligeras modificaciones. El viaje tiene parte de descubrimiento y parte de reconocimiento».
El rojo rubí y el brillo del diamante cierran este recorrido por las piedras eternas. «Son sustancias muy estables. La perla hay que cuidarla, pero por el diamante, la más valorada, o por el oro no pasa el tiempos por ellos. No cambian, son materiales que nos transmiten la idea de eternidad».
No han perdido vigencia, «siguen presentes en el mundo del adorno personal aunque han aparecido muchos competidores como la bisutería y las gemas artificiales». Óscar Martínez está considerando una segunda entrega de este libro, «me centraré en los metales preciosos. En este han quedado fuera pero son culturalmente muy potentes».
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